El Economista

Manipulación y fabricación de enemigos

En la primera parte de esta serie analicé algunos rasgos de comportamiento de dos lideres sumamente autoritarios; Hitler y Stalin, cuyas habilidades para manipular a sus contrarios y construir enemigos imaginarios los llevaron a cometer abusos indescriptibles. En esta parte analizaré la conducta de otro gran manipulador, el dirigente ruso Vladimir Putin, quien sorprendió al mundo en febrero de este año con la invasión a Ucrania. Todo parece indicar que la explicación de esta guerra irracional radica en la necesidad del líder ruso de perpetuarse en el poder y para ello acomoda la historia para justificar sus acciones, sin importar las consecuencias humanitarias e incluso económicas de esta guerra. El dirigente ruso ha recurrido a la manipulación a lo largo de su prolongado gobierno, utilizando argumentos de corte nacionalista, populista, histórico y religioso.

Vladimir Putin quien se formó en la KGB, tomó el poder después de la renuncia de su antecesor, el presidente Boris Yeltsin. Yeltsin había logrado el reconocimiento internacional por haberse opuesto al intento de golpe de Estado contra Mijail Gorbachov en agosto de 1991. Fungió como presidente de Rusia cuando la URSS se disolvió y esta república pasó a ser un estado independiente. Su compromiso fue transformar la economía rusa en una economía de libre mercado, implementando la liberalización de precios y los programas de privatización; sin embargo su gobierno se caracterizó por una alarmante corrupción, ya que las privatizaciones se repartieron de manera poco transparente a un pequeño grupo de antiguos funcionarios comunistas y empresarios cercanos al gobierno. Rusia quedó muy debilitada, perdiendo su hegemonía sobre las exrepúblicas soviéticas. Después de varios años de crisis económicas, guerras y conflictos políticos, los índices de aprobación de Yeltsin se desplomaron a sólo el 2%. Renunció el 31 de diciembre de 1999, tomando el poder su Primer Ministro, Vladimir Putin.

Desde el principio de su mandato,

Putin buscó o fabricó enemigos para confrontarlos y así unificar a la ciudadanía rusa en torno a su gobierno. Su primera misión fue la “guerra contra el crimen y la corrupción”, actuando contra varios empresarios que habían abusado del proceso de privatización en tiempos de Boris Yeltsin o que se oponían a sus políticas. El resultado de esa “guerra” es bastante cuestionable, ya que el régimen de Putin, más que combatir el crimen y la corrupción, ha favorecido a funcionarios públicos cercanos a él, mediante la entrega del control de muchas empresas expropiadas. En los primeros años de su gobierno, el dirigente ruso enfrentó la segunda guerra contra Chechenia, misma que él había iniciado cuando era Primer Ministro. En esta guerra, Putin recurrió a una narrativa religiosa que enfrentaba a los rusos ortodoxos con los chechenos musulmanes. En 2008, Rusia se enfrentó a Georgia, país que buscaba un acercamiento con los países europeos, para lo cual Putin apoyó a los movimientos separatistas de Osetia del Sur y Abjasia. La guerra

duró sólo cinco días, pero demostró como el dirigente ruso fue capaz de violar el derecho internacional e invadir a otro país, saliéndose con la suya, sin la oposición de Occidente.

En 2013, Ucrania inició un proceso para consolidar el comercio internacional con la Unión Europea (UE), abriendo la puerta para convertirse potencialmente en miembro de esta organización en el futuro. Rusia reaccionó ofreciéndole a Ucrania una Unión Aduanera entre ambos países, lo que llevaría de nuevo a Ucrania a pertenecer a la zona de influencia de Rusia. Putin le advirtió al gobierno ucraniano que un acuerdo con la UE sería un paso suicida, ya que se enfrentaría a sanciones severas, mientras que, si aceptaba entrar a su Unión Aduanera, le otorgaría un contrato de venta de gas y un préstamo de 15 mil millones de dólares. El presidente ucraniano Viktor Yanukovich aceptó el ofrecimiento de Putin. Sin embargo, la reacción de la población ucraniana ante esa decisión no se hizo esperar; las multitudes se reunieron en la Plaza de la Independencia de la ciudad de Kiev. A pesar de la orden de Yanukovich de dispersar a la multitud, miles de personas llegaron a la plaza, iniciando el movimiento civil conocido como Euromaidan (Europlaza). El presidente ucraniano, después de un intento fallido de reprimir a los manifestantes, huyó a Moscú.

La reacción de Putin ante lo que consideraba una rebeldía de sus vecinos, fue invadir de manera disfrazada la Península de Crimea, territorio que desde 1954 pertenecía a Ucrania. El 27 de febrero de 2014 en Smferopol, capital de Crimea, aparecieron soldados enmascarados que portaban uniformes similares a los del ejército ruso, pero sin ninguna insignia o identificación. Estos soldados

tomaron al día siguiente el aeropuerto de la ciudad. Putin, utilizando su táctica de desinformación que lo caracteriza desde sus tiempos en la KGB, nunca aceptó que estos grupos armados fueran soldados rusos, diciendo que eran “unidades de auto-defensa”. El 16 de marzo de 2014, se llevó a cabo un referéndum en Crimea, donde sospechosamente el 96% de la población votó por pertenecer a Rusia. A pesar del repudio de estos resultados por parte de la comunidad internacional, Putin se apropió de la Península de Crimea.

El dirigente ruso lleva muchos años

construyendo una visión especial del mundo cuyo objetivo es que Rusia vuel

va a ser una gran potencia, donde Ucrania, Bielorrusia y Crimea formen parte de su territorio y no aspiren a ser independientes. Esta visión de la historia parte de la fundación del “Rus de Kiev”, primera unión de pueblos eslavos orientales iniciada en el siglo IX con el príncipe Vladimir I, quien adoptó el cristianismo ortodoxo en el año 988 y designó a Kiev como capital. Es importante aclarar que Vladimir era de origen vikin

go y que en esa época Rusia no existía aún como nación. Fue hasta el siglo XIII con la invasión de los tártaros-mongoles, cuando Kiev fue debilitada, cobrando importancia Moscú. Esto demuestra que el concepto de unión de países eslavos dirigidos por Rusia desde el siglo IX

no tiene un claro fundamento histórico y, como señala Timothy Snyder en la entrevista La guerra en Ucrania y los valores universales, Putin cuenta una historia de “érase una vez un mundo que era unido y puro, donde nada estaba fragmentado”.

El dirigente ruso utiliza expresiones que recuerdan al “Paneslavismo”, desarrollado durante el siglo XIX, que afirmaba que la misión principal de los Zares de la “Gran Rusia” era recapturar Constantinopla para el cristianismo y proteger a los pueblos eslavos del Imperio Otomano. En su discurso para celebrar la anexión de Crimea, Putin se refirió a ésta como “Tierra Santa Rusa”, lo que representa un regreso a esa corriente de pensamiento que contó con el apoyo de varios intelectuales de la época. De hecho, Fyodor Dostoyevsky, autor de Crimen y

Castigo, creía en el “alma rusa” y en la “misión divina” del Imperio ligada a su expansión territorial. No es una casualidad que la televisión rusa transmita actualmente poemas de Fyodor Tyutchev, un poeta paneslavista de mediados del siglo XIX. Tampoco es casualidad que en

un discurso reciente Putin haya alabado al almirante zarista Fiódor Ushakov, quien luchó en la Guerra Ruso-turca en 1768 y quien supervisó la construcción de la base naval de Sebastopol en la parte sur de Crimea. No sobra decir que el “Paneslavismo” y el afán expansionista del Zar Nicolás III llevaron a Rusia a la Primera Guerra Mundial y a la destrucción del régimen zarista en 1917.

Después de conquistar la Península de Crimea, Putin invadió ese mismo año la región del Donbás, en el este de Ucrania. El autócrata ruso aprovechó el descontento de los habitantes rusos de la zona, que proclamaron las ciudades de Donetsk y de Lugansk como repúblicas populares independientes, para invadir esta región. Uno de sus principales argumentos fue que Ucrania es

taba llevando a cabo un genocidio sobre la población rusa, lo que carece de sentido. La invasión al Donbás, como comenté en la primera parte de esta serie, se asemeja al “apoyo” que Adolf Hitler le dio a la minoría alemana en la región de los Sudetes en Checoslovaquia en 1938, lo que fue el preámbulo para la conquista de Checoslovaquia unos meses después. Como señala Timothy Snyder: “El presidente ruso desarrolló una doctrina de política exterior basada en la guerra étnica. Este argumento, defendido por Hitler en Checoslovaquia o por Putin en Ucrania, anula la lógica de la soberanía

y allana el terreno para la destrucción de los Estados”.

En la tercera parte de esta serie, analizaré los argumentos que Putin plantea para “justificar” la invasión actual en contra de sus “hermanos ucranianos”, como el mismo los definió hace varios años.

“La herramienta básica para la manipulación de la realidad son las palabras. Al controlar su significado, se controla a la gente que las utiliza”. Phillip K. Dick

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